12 ene 2010

¿Qué renuncie Calderón?

Pedro Miguel

Facebook y Twitter hierven. Allí es posible encontrar, en cuestión de días, de horas y hasta de minutos, eco a convocatorias ciudadanas plausibles; en esos sistemas aflora, con facilidad pasmosa, el sentido común, la mayoría de las veces contrario a la sinrazón de Estado que padecemos y que es, en el fondo, fachada de una razón meramente financiera, cauce para negocios lícitos o no tanto. Al igual que otros, el llamado a juntar un millón de firmas en demanda de la renuncia de Felipe Calderón a su cargo malhabido ha sido muy exitoso: en cosa de 20 días ha recibido cerca de 140 mil adhesiones.

El éxito –incluso mayor al que tuvo el exhorto a boicotear esa inmundicia ética y fiscal llamada Teletón– es un pálido reflejo de los agravios perpetrados por el político michoacano en 37 meses de ejercicio autoritario, depredador, insensible y torpe del poder. En ese lapso, Calderón no ha cumplido nada de lo que prometió y, en cambio, ha llevado al país a simas sin precedentes de violencia, miseria, arbitrariedad, corrupción, desempleo y, en suma, desesperanza. El calderonato se ha conducido con mala fe y mendacidad desde que era candidatura inflada, luego impuesta en Los Pinos por los poderes constitucionales y por los fácticos; a esas características se agrega la subsecuente inoperancia presidencial, que ha desembocado en catástrofe y que da motivo de alarma y exasperación hasta entre las filas de quienes lo pusieron. La petición de renuncia está, pues, plenamente justificada y en el país pululan los motivos para desear una abreviación de esta desventura sexenal.

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