Luego de seis meses de permanecer en plantón en el Zócalo capitalino, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) desalojó ayer esa plaza pública, como parte de un acuerdo con la Secretaría de Gobernación, en el que la dependencia federal se compromete a analizar y resolver”, en no más de dos meses, “la reinserción laboral y productiva” de los más de 16 mil 500 integrantes del SME que han rechazado las ofertas de liquidación del gobierno federal tras la extinción –mediante decreto presidencial– de Luz y Fuerza del Centro, en octubre de 2009.
Ante la cerrazón e intransigencia de las autoridades desde el estallido del conflicto, cabe ponderar positivamente el arreglo alcanzado ayer, no sólo porque desactiva los temores de un posible desalojo violento del plantón que sostenían los electricistas, sino también porque implica el reconocimiento oficial, de la necesidad y la pertinencia de reactivar el diálogo con la representación gremial.
Si a esto se suma la obtención de la llamada “toma de nota” a la dirigencia que encabeza Martín Esparza, y la consecuente recuperación de los recursos económicos del gremio –dos de las demandas centrales de los electricistas–, resulta obligado reconocer la perseverancia de un movimiento que, tras haber sido arrojado al desempleo masivo, se ha mantenido en pie y ha dado muestras de responsabilidad y mesura a pesar de la campaña de calumnias e insidias de que ha sido objeto, y pese a los amagos represivos que han sido ensayados en su contra.
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