Martin Esparza
Tras los comicios del pasado 3 de julio, la lectura política en el país es clara y no necesita de nigromancias ni bolas de cristal para entender al nuevo escenario político que se abre rumbo al 2012. Por el lado adverso de la moneda, queda tendido el cadáver político de un panismo que como gobierno ha fracasado rotundamente, recibiendo a cambio el mayoritario voto de castigo de la sociedad; por el otro, donde la moneda apunta al triunfo, se encuentra un PRI fortalecido, lleno de euforia pero con grandes compromisos con ese electorado que le hizo volver a su añorado carro completo.
Y si bien la recuperación electoral priísta se debió en buena medida a la acertada elección de sus candidatos, fueron las políticas autoritarias, represivas y erradas del PAN las que terminaron por darle las últimas puntadas a su propia mortaja política.
Un ejemplo de ello, fue el despido de 44 mil trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), tras el decreto emitido por el Ejecutivo el 11 de octubre del 2009, que desapareció de un plumazo a Luz y Fuerza del Centro, sin tomar parecer al Legislativo, en una clara violación a lo establecido en la Carta Magna sobre la facultad exclusiva del Congreso para modificar las leyes y legislar en materia eléctrica.
Pero hay muchos otros agravios que para la sociedad mexicana no pasaron desapercibidos: la fallida guerra contra el narcotráfico ha dejado más de 40 mil muertos y también miles de viudas y huérfanos por los llamados efectos colaterales. También hay un número no cuantificado de desaparecidos.
Miles y miles de desempleados se cansaron de esperar la promesa del millón de empleos que nunca llegó; una sociedad atemorizada por la violencia extrema y la inseguridad que sacuden el país también se manifestó en las urnas. Pero también le cobraron las facturas pendientes al panismo las familias que han visto mermado su poder adquisitivo, ésas que cada día compran menos con su salario.
La interpretación a lo sucedido en los recientes comicios no exenta al PRI de una gran responsabilidad pues es obvio que los votantes lo han emplazado a replantear su papel como factor de equilibrio para corregir desde el Congreso, donde es mayoría, el rumbo del país. Y no para el 2012, sino a partir del momento mismo de proclamar su triunfo.
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