Magdalena Gomez
La Jornada Opinion
La próxima semana el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) cumplirá 96 años. Llegará a su aniversario con el sabor del triunfo recién logrado al realizar la reposición de elecciones con base en la resolución de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, que así lo ordenó en virtud de que anuló las celebradas en 2009.
De forma emblemática, la única planilla que se registró asumió el nombre de 11 de octubre, pues ese día del año anterior el SME recibió un duro golpe con la extinción arbitraria e ilegítima de Luz y Fuerza del Centro, por más que la haya “legalizado” posteriormente el Poder Judicial.
2010, el año de los festejos inocuos y dispendiosos, ha sido para este sindicato un periodo en que se ha puesto a prueba su capacidad de resistencia y organización, así como de lucha jurídica, palmo a palmo, ante la decisión de Estado de exterminarlo. A estas alturas resulta evidente que un sindicato como éste no guarda concordancia con el proyecto neoliberal de manejar la industria eléctrica con criterios de mercado y apertura a la inversión extranjera o nacional aliada a capital trasnacional.
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