De las 11 reformas de gran calado, la laboral fue presentada por los apologistas oficiales como la mágica fórmula
que pondría al “rígido” mercado laboral en sintonía con las exigencias
de productividad dictadas por la globalización. De acuerdo con los
teóricos neoliberales, al reducirse los costos laborales llegarían en
cascada millonarias inversiones extranjeras, crecería la economía y se
generarían miles y miles de empleos estables y bien remunerados,
haciendo palidecer a economías emergentes, como la de China y la India.
En
los albores de la recién desempacada administración, en diciembre de
2012, las autoridades afirmaban que los cambios aprobados en el Congreso
de la Unión para modificar sustancialmente la Ley Federal del Trabajo
(LFT) que nunca se aplicó a cabalidad, permitirían a México dar un
enorme salto de 30 lugares en el Índice de Competitividad
Mundial. Dos años después, los parámetros internacionales confirmaron
que luego de la reforma laboral nuestro país experimentó un salto, pero en reversa: de acuerdo con el ranking
establecido en el Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en inglés),
para 2014 el mercado laboral mexicano había caído 11 lugares en el
rubro de la competitividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario