Héctor de la Cueva Opinión Jornada
Este 14 de diciembre el
Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) cumple un siglo de haber sido
fundado. Pocas son las organizaciones sociales en México que sobreviven
para celebrar un centenario, y menos las que pueden hacerlo sin haber
sido prohijadas por el corporativismo gubernamental y presumiendo una
vida tan rica.
Naturalmente, son 100 años de historia de México. Nacido en plena
Revolución Mexicana, al calor de la entrada triunfante de los ejércitos
revolucionarios de Villa y Zapata a la capital en aquel diciembre de
1914, el SME surgió de la autorganización obrera, de las mutualistas y
otras formas de organización que no pedían permiso para existir –a las
que por cierto está volviendo a remitir a la clase trabajadora la
regresión neoliberal– y que darían paso, no sin polémica interna, a la
entonces nueva ola de sindicalización y luego a la contratación
colectiva. En 1916 sería protagonista de la primera huelga general, se
negaría a ser utilizado en los
batallones rojos
del obregonismo
(que a la postre devendría en el priísmo que padecemos) contra los
ejércitos campesinos y desde luego estaría a la vanguardia en el
desarrollo de las conquistas sociales que se alcanzaron a plasmar en la
Constitución del 17, a pesar de la derrota de los ejércitos
revolucionarios.
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