Martín Esparza Flores Revista Siempre
En la etapa crucial de sus leyes
secundarias, la reforma de telecomunicaciones se ha revestido del
acostumbrado gatopardismo de la política mexicana para “hacer que todo
cambie para que todo siga igual”, de tal suerte que la propuesta inicial
de reformar la Constitución para fijar nuevas reglas del mercado, que
permitieran minar el poder fáctico de los actuales monopolios mediante
una mayor competencia, ha terminado enredada en el millonario juego de
los intereses y alianzas que la clase política sostiene desde hace
décadas con empresas como Televisa, para enajenar y manipular
ideológicamente a la población, a través de distractores como el
reciente fracaso de la Selección Nacional de Futbol.
En el Congreso, los legisladores del PRI
y PAN se aprestan a cercenar de raíz la inoperante autonomía del
Instituto Federal de Telecomunicaciones, al determinar la declaratoria
de preponderancia con base en el catálogo de servicios que prestan los
actuales monopolios y no en función del sector. Con este criterio, los
diputados y senadores blindarán a Televisa de ser declarada en
definitiva agente preponderante en el campo de la radiodifusión, pese a
controlar ya el 62% de los usuarios de la televisión de paga a nivel
nacional, mediante firmas como Sky, Cablevisión, Cablemás y TVI, a la
espera de la generosa protección legislativa para ir en pos de Cablecom,
constituyendo un nuevo monopolio a su favor. El gatopardismo en su más
pura expresión.
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